La juventud no es un período de la vida sino un estado del espíritu; es el producto de una voluntad, una cualidad de la imaginación y una intensidad emotiva.
Es la victoria del coraje, sobre los miedos.
No se envejece por haber vivido una cantidad de años; se envejece por haber desertado de un ideal.
Los años arrugan la piel, pero desertar a un sueño arruga el alma.
Las dudas, los miedos y la falta de esperanza, son los enemigos que lentamente nos hacen inclinarnos hacia la tierra, y convertirnos en polvo antes de la muerte.
Joven es aquél que se asombra; el que cotidianamente se sorprende y maravilla; el que se pregunta como un niño insaciable: ¿y después? ; el que desafía los acontecimientos y encuentra alegría en el juego de la vida.
Uno es tan joven como su fe y tan viejo como su duda; tan joven como su confianza y tan viejo como su abatimiento.
Se continúa siendo joven en tanto que se es receptivo; receptivo a lo que es bello y a lo que es grande; receptivo al amor, a la ternura, a la amistad, al placer.
Desconozco su autor
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